Ayer, con el cambio de presidencia y la llegada de Claudia Sheinbaum al poder, muchos nos preguntamos si, como sociedad, estamos demasiado enfocados en el pasado. Esta inquietud ha sido planteada por diversos analistas, incluido mi propio hijo, quien argumenta que culturalmente estamos tan anclados en nuestra historia que no nos permite enfocarnos plenamente en el futuro. Este discurso inaugural no fue la excepción: un énfasis significativo se puso en nuestras luchas y logros del pasado, que al final, tuvo que correr para explicar lo que viene en su agenda para mover a nuestro país hacia un puerto mucho más próspero. Y la pregunta que quizá muchos nos hicimos al final fue, pero ¿dónde quedó la visión de lo que podemos ser? El discurso al final fue un poco acelerado. O al menos, esta fue mi impresión y de aquí parto para reflexionar en lo que sigue:
Es cierto que la historia es una parte fundamental de nuestra identidad, pero también es una espada de doble filo. Si nos detenemos demasiado en ella, nos arriesgamos a no avanzar. Esto no solo aplica a la política, sino también en el mundo empresarial. En muchas organizaciones, cuando un nuevo liderazgo llega con ideas frescas y un enfoque en la innovación, como lo es la entrada de la inteligencia artificial, cuesta demasiado aceptar el cambio. Aquí es donde el famoso dicho cobra relevancia: "la cultura se desayuna a la estrategia". En México, este fenómeno es especialmente evidente; estamos profundamente arraigados a nuestra cultura, nuestras costumbres y, en ocasiones, al temor de lo desconocido.
El cambio siempre es desafiante, tanto en la política como en las empresas. Cuando se intenta implementar una nueva estrategia, como lo hace hoy la inteligencia artificial en muchos sectores, el obstáculo principal no es la falta de ideas o tecnología, sino la resistencia cultural. Es ahí donde países que han mirado hacia el futuro con una mentalidad de progreso, más que de nostalgia, han logrado avances significativos. Ellos han aprendido que, aunque el pasado es importante, no puede dictar el futuro.
En las empresas, como en los países, el cambio debe ser abrazado, no temido. La presidencia de Claudia Sheinbaum representa un nuevo capítulo, pero si como sociedad no logramos soltar el pasado, no avanzaremos. Del mismo modo, en las empresas, si los líderes no pueden impulsar una transformación, ya sea digital o cultural, por la resistencia interna, entonces la innovación se verá estancada.
Con todo, si hay algo que puedo rescatar de su discurso, es que celebro el hecho de que una mujer haya tomado la presidencia. Esto es un logro importante que debemos reconocer, no solo por lo que representa en términos de equidad, sino porque, tal como ella misma lo ha dicho, este es el tiempo de las mujeres. Si hay algo en lo que puedo coincidir, es precisamente en esa afirmación. Ahora queda por ver si es cierto, si de verdad ha llegado ese momento en el que las mujeres en el liderazgo logran cambiar el rumbo de la historia.
Hoy es el momento para reflexionar sobre cómo queremos construir nuestro futuro, tanto a nivel político como empresarial. Si seguimos atrapados en nuestra historia, corremos el riesgo de no convertirnos en lo que realmente podríamos ser. El futuro debe ser nuestro faro, no la sombra que nos limita. Después de todo, la cultura es poderosa, pero si se alinea con una visión estratégica y de cambio, puede convertirse en el motor que nos impulse hacia adelante.
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